Nuevos tiempos, nuevas costumbres y nuevas formas de ayudar. La pandemia ha dado un vuelco a nuestras rutinas y el formato virtual ha permitido salvar, en parte, las barreras provocadas por el distanciamiento. Muchos programas de voluntariado han tenido que adaptarse a una nueva realidad y, aunque una conversación telefónica o virtual no suple el calor de un abrazo, al menos, reconforta.
Repasamos algunas de las iniciativas de voluntariado que han concurrido a la presente edición de los Premios al Voluntariado Universitario que, lejos de parar, han tenido la valentía de reinventarse para seguir generando sonrisas hasta que llegue la oportunidad de generar besos.
Los mayores que viven en residencias han sido uno de los colectivos más afectados por la pandemia. Su condición como personas de riesgo les ha mantenido alejados de sus familias e, incluso, de sus propios compañeros, provocando heridas emocionales que, en muchas ocasiones, serán incurables. Para solventar, en parte, esa sensación de soledad, muchas organizaciones se han volcado en este colectivo tan vulnerable y han adaptado sus programas de voluntariado para ofrecer compañía, aunque sea al otro lado de la pantalla. Es el caso del programa Duplo, en el que participan jóvenes de la Universidad Carlos III de Madrid, junto a la Fundación Gregal, y que busca paliar el aislamiento al que están sometidos. O la iniciativa Yo soy mayor, impulsada a raíz de la pandemia por alumnos de la Universidad Rey Juan Carlos y la Asociación Mayores de Madrid XXI. Adopta un abuelo, ganador de los V Premios al Voluntariado Universitario, es otro buen ejemplo de cómo evitar que ningún mayor se sienta en soledad.
Otro de los colectivos que ha sentido especialmente las consecuencias del aislamiento ha sido el de las personas con discapacidad, cuyo distanciamiento social ha dejado profundas secuelas en su situación. Para reducir esa brecha, organizaciones como la Fundación Síndrome de Down Madrid, junto a voluntarios la Universidad Autónoma de Madrid, Camilo José Cela y Pontificia Comillas, han puesto en marcha el programa Una nueva felicidad, que consiste en la organización de talleres virtuales para que los niños retomen el contacto social perdido y se les devuelva el equilibrio físico y mental necesario. Los voluntarios de la Fundación Antares también han cambiado sus salidas semanales por conexiones virtuales gracias al proyecto Voluntariado en actividades de ocio para personas con discapacidad intelectual. Por su parte, el Proyecto M'acompanyes, en el que intervienen alumnos de varias universidades catalanas bajo la supervisión de la Fundación Catalana para la Parálisis Cerebral, ha adaptado sus actividades presenciales al plano virtual para seguir ofreciendo entretenimiento a este colectivo.
El voluntariado hospitalario también se ha visto obligado, inexorablemente, a reinventarse. Es el caso del proyecto Juntos desde casa, en el que participan jóvenes de la Universidad Rey Juan Carlos, la Politécnica de Madrid y la Autónoma, junto a la Fundación Aladina. A través de esta iniciativa, los voluntarios han venido realizando semanalmente diferentes talleres terapéuticos y de entretenimiento destinados a niños con cáncer ingresados en los hospitales madrileños. Del mismo modo, el proyecto La sonrisa del sol naciente, impulsado por alumnos de la Universidad Autónoma de Madrid, Francisco de Vitoria y Universidad Europea de Madrid y la Fundación Blas Méndez Ponce, ha cambiado las visitas presenciales por conexiones telemáticas con actividades llenas de diversión y entretenimiento.
Si tienes un poquito de tiempo, conexión a internet y ganas de provocar(te) felicidad, ¿a qué esperas para incorporarte a alguno de estos proyectos?